Alexander Ritschard: de estar a 5 minutos de perder un brazo a triunfar en el tenis

Por Nico Quércia - 18 de abril, 2023
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Foto de @ATPChallenger

Alexander Ritschard ganó este martes en su debut en el ATP de Múnich al derrotar a Jan Lennard Struff. Pero solo el hecho de seguir jugando lo hace sentir afortunado. El jugador suizo de 29 años marcha 209° en el ranking ATP, aunque viene de una temporada de explosión, en la que ganó su primer título Challenger en Hamburgo y jugó dos torneos de Grand Slam llegando desde la Qualy. Ritschard jugó al tenis universitario en Estados Unidos con mucho éxito, pero cuando tenía 22 sufrió un grave problema médico que lo tuvo al borde de perder un brazo.

«Estaba en el gimnasio, haciendo ejercicio, y sentí un pinchazo en el hombro. Pensé, ‘Tal vez me desgarré un músculo’. Resultó ser un gran problema en el que mi arteria se obstruyó y no había más flujo de sangre en mi brazo», le contó Ritschard al podcast de la ATP en octubre del año pasado. Fue el inicio de un proceso largo que llevaría al suizo a atravesar tres operaciones y pondría una sombre de incertidumbre sobre su futuro en el tenis.

«No estaba seguro de si iba a jugar porque tengo un stent en la arteria principal para mantenerla abierta para que fluya la sangre. No podía entrenar más de 90 minutos después de la cirugía, así que pensé: ‘No creo que pueda volverme profesional con solo entrenar 90 minutos a la vez'», dijo Ritschard. El suizo estuvo literalmente a cinco minutos de perder su brazo, pero se salvó cuando su arteria se abrió al paso de la sangre. «Dijeron que tenían que tomar una decisión dentro de los próximos cinco minutos y no se abría. Creo que tuve suerte, se abrió y la sangre comenzó a fluir de nuevo. Esa fue la primera operación en la que se aseguraron de abrir la arteria».

Ritschard se sometió a tres cirugías. Una para abrir la arteria, otra para solucionar el problema, que era que una costilla estaba «demasiado apretada». Y otra para liberar sangre de sus pulmones. Todo eso produjo un desgaste en el suizo, que no podía entrenar más de 90 minutos seguidos sin riesgos. Por lo que pensó en dejar de jugar. «Le decía a mis padres: ‘No puedo hacer más de 90 minutos, no tiene sentido’. Pero luego me mantuve firme. Sentí que invertí toda mi vida en esto y que sería demasiado rápido rendirme. Y aquí estamos».

Nico Quércia