Moutet, el ‘crack’ de la NextGen confiesa: «Dejé a mis padres a los 12 años»
Corentin Moutet, francés de 21 años, es una de las personalidades jóvenes más prometedoras del circuito masculino. Talentoso pero rebelde dentro y fuera de la cancha, el francés tiene una especie de carrera paralela en la música: toca varios instrumentos y cuenta con una serie de canciones grabadas que se pueden ver en el canal de YouTube o Instagram, donde canta y también hace rap. El joven crack, número 75 ATP y finalista de la ATP 250 de Doha en la primera semana de 2020, contó su historia a Behind The Racquet.
“Dejé la casa de mis padres en el centro de París, cuando tenía 12 años, para entrenar en el sur de Francia. Fue una decisión difícil, porque, aunque quería ir, todavía necesitaba a mis padres, pero tenía que seguir sin ellos. No sabía cómo cocinar o limpiar, pero aprendí. Siempre fui parte de la federación, pues sabía que era ahí donde debía estar para entrenar con los mejores jugadores. Ahí se enfocaban menos en la escuela y más en el tenis. Sabía desde el principio que el tenis era para mí, pero no tenía idea de lo difícil que sería estar lejos de casa. Mis padres respetaron mi decisión, pero no estaban de acuerdo ella. Ellos me decían que todavía era demasiado joven, que podía encontrar un sitio más cerca de casa para entrenar.
Mi equipo los convenció de que esa era la mejor opción. Los primeros meses no fueron muy buenos. En solo unas semanas me rompí la pierna. Me caí de un árbol mientras hacía una actividad en equipo. Fueron días largos, solo iba a la escuela y estaba lejos de mis padres. No sabía qué hacer. Me quede allí para poder hacer amistades porque si iba a casa y volvía no conocería a nadie. No tuve mucha suerte, pues sabía que, aunque me recuperara tenía que recorrer un camino largo.
“Llega un momento en el que debes dejar la federación y formar tu propio equipo, eso te ayuda a mejorar como persona. Aprendí de mis errores durante mi tiempo en la federación y cuando necesité liderar mi propio equipo, me hice más maduro dentro y fuera de la cancha. Aprendí no solo a respetar a los jugadores y al equipo que me rodeaba, sino también a respetar más a mi familia. Cuando tienes tu propio apartamento, y tu hogar ya no está junto a tus padres, aprendes a hacer que cada segundo valga la pena. No tienes tiempo para momentos negativos, solo para las buenas vibras”.
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